Es una tapa de cierre hermético que se adapta a casi cualquier envase y posee variadas posibilidades de regulación para distintas dosis o volumen de líquidos (medidos en centímetros cúbicos o mililitros). Aunque fue pensado principalmente para dosificar principalmente agua (se adapta a otros líquidos también).
Fue distinguido en el Concurso Nacional de innovación tecnológica organizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación Argentina (ver: http://www.innovar.gob.ar/catalogos) en la página 81 del catálogo impreso (o en la página 42 del catálogo digital, online).
El principio de funcionamiento radica en las Ciencias Físicas, en el denominado Principio Fundamental de la Hidrostática que básicamente consiste en la transferencia de presión entre los fluidos líquido (agua contenida en el envase) y gaseoso (aire de la atmósfera). El tambor que va dentro del envase externo trabaja de modo tal que, cuando se alcanza la medida de la dosis deseada, corta automáticamente la carga del líquido a ser dosificado, por la relación entre la presión interna y externa (atmosférica).
Este producto busca promover el uso consciente del recurso –aunque renovable- del agua diciéndole: “NO AL DERROCHE DEL AGUA POTABLE”; que en una situación de emergencia o catástrofe es vital para la supervivencia humana. Prolongar la vida, dependiendo de un recurso tan importante para la vida, requiere el uso “racional” de este elemento vital como es el agua junto a la comida.
Sabemos que el abastecimiento del agua debe ser manejado cuidadosamente por los Estados y gobiernos de turno, para evitar exceder la capacidad regeneradora mundial de los mismos y un probable colapso del sistema de abastecimiento. Por lo cual es necesario estimar la capacidad de renovación (sostenibilidad) de tales recursos y preveer que sucedería en un caso de catástrofe o situación de extrema emergencia.
Este producto está pensado no solo para dosificar cantidades de agua bajo los requerimientos de racionalización de recursos vitales (agua y comida) ante una catástrofe (natural o producida por el hombre), cuando se haya destruido la infraestructura básica (depósitos, tanques, pozos, cañerías de abastecimiento, etc.); sino también, para su uso normal en situaciones en las cuales es necesario ir “concientizando” a la población sobre el consumo racional (en este caso para beber), para así contar con ciudadanos más cuidadosos y responsables por este recurso.