Qué los hogares de ancianos estén en recintos compartidos con los jardines infantiles y las salas cunas de modo que ambos se potencien a través de una vinculación integrativa. Obviamente que los programas a trabajar deben ser bajo una nueva metodología, pensada de manera tal que beneficie y estimule el bienestar integral y el desarrollo personal de ambos grupos en etapas tan disímiles y a la vez cruciales de la vida. Los niños aportarían vida y alegría a los abuelitos, los harían sentirse útiles al tener que estar pendientes de ciertos cuidados como arruyarlos a la hora de la siesta, o de escucharlos en sus mundos de fantasías o de servir de público ante las canciones o representaciones artísticas de los pequeños, por ejemplo. Esto subiría los estándares de autoestima, que es uno de los factores más críticos de quienes viven en casas de retiros u hogares de ancianos. Por otra parte, los adultos mayores aportarían la quietud, la serenidad, el cobijo y la sabiduría de la vida a los menor